Saturday, April 05, 2008

Algo anda mal no reino da Argentina - Sabat censurado pela La presidenta Cristina Kirchner


Cristina se enojó con un dibujo de Sábat
La Presidenta calificó a la ilustración publicada en Clarín de "mensaje cuasimafioso".
La presidenta Cristina Kirchner volvió a cuestionar a la prensa en su discurso de ayer en Plaza de Mayo y, concretamente, le apuntó a una ilustración del periodista y artista plástico Hermenegildo Sábat que Clarín publicó en su edición de ayer. Cristina calificó el dibujo de Sábat de "mensaje cuasimafioso".Lo hizo tras comparar "estos días de marzo", con los momentos previos al golpe de Estado de 1976 que derrocó al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.Dijo la Presidenta ayer, textualmente, al introducir el tema: "En estos días de marzo, amigos y amigas, hermanos y hermanas donde he visto nuevamente el rostro de un pasado, que pareciera querer volver"."Tal vez muchos no lo recuerdan, pero un 24 de febrero de 1976 también hubo un lock out patronal, las mismas organizaciones que hoy se jactan de poder llevar adelante el desabastecimiento del pueblo llamaron también a un lock out patronal allá por febrero del 76. Un mes después, el golpe más terrible, la tragedia más terrible que hemos tenido los argentinos", afirmó Cristina.Acto seguido, la Presidenta agregó: "Esta vez no han venido acompañados de tanques, esta vez han sido acompañados por algunos generales multimediáticos que además de apoyar el lock out al pueblo, han hecho lock out a la información, cambiando, tergiversando, mostrando una sola cara. Son los mismos que hoy pude ver en un diario donde colocan mi caricatura, que no me molesta, a mí me divierten mucho las caricaturas y las propias son las que más me divierten, pero era una caricatura donde tenía una venda cruzada en la boca, en un mensaje cuasimafioso. ¿Qué me quieren decir, qué es lo que no puedo hablar, qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?", concluyó. Sábat trabaja en Clarín desde 1973. Reconocido internacionalmente, en 2004 recibió de manos de Gabriel García Márquez el premio de la Fundación Nuevo Periodismo por su "conducta intachable ante el poder". Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, antes, había obtenido en Estados Unidos el premio María Moors Cabot por sus ya célebres dibujos durante la dictadura militar.


Las críticas a Sábat y la historia de tensión entre poder y caricaturas
La difícil relación entre políticos y dibujantes a través de los siglos.
Por: Miguel Wiñazki
Todo comenzó en el Renacimiento cuando comenzaron tantas cosas. Había grandes pintores que hacían retratos de algunos personajes notorios en la época, con sus rasgos deliberadamente distorsionados. Paradójicamente, esas distorsiones operaban como una suerte de desenmascaramiento. Esa era y esa es la magia de la caricatura: exhibir, a través de una sátira gráfica, lo que los retratados de pronto intentan maquillar pero no pueden ocultar. Para dar un ejemplo: Hermenegildo Sábat, dibujaba al ex presidente Menem aferrado, incrustado, en el sillón de Rivadavia. Y con eso lo decía todo.A partir del siglo XVIII la caricatura se deslizó hacia los diarios, que empezaron a publicarse masivamente en Europa. Como apunta el especialista español Guzmán Urrero: "La prensa es el espacio en el cual la caricatura de los distintos países encontrará su más fértil cauce de expresión". Aquí, en éste país, las caricaturas existen desde siempre. Desde antes de 1810, cuando dibujantes anónimos satirizaban en periódicos clandestinos a las autoridades virreinales. Aunque la época dorada comenzó con la aparición de El Mosquito, un semanario descripto por sus propios editores como "satírico-burlesco". Tenía una circulación de de 1.500 ejemplares, cuando empezó a aparecer en 1863: la clase política era sistemáticamente caricaturizada en sus páginas. Y luego llego la mitológica Caras y Caretas, en 1898. Era una vidriera sociológica en formato gráfico, un compendio de ilustraciones y de textos de alto nivel, según puede verificarse hoy leyéndola en los archivos. Había dos dibujantes españoles que la ilustraron durante años: Manuel Mayol y José María Cao. La publicación tenía dos portadas, y no había funcionario notorio que quedara al margen de la mirada punzante de los ilustradores. El humor político gráfico nunca fue ignorado por la clase política. Al contrario. Juan Domingo Perón, para citar un sólo caso, no era benévolo con quienes hacían los escasos dibujos que aparecían durante sus primeros dos gobiernos. Toda ilustración que se le hiciera era, en general, antes controlada y aprobada o desaprobada.Por cierto, las dictaduras fueron lo peor. Juan Carlos Onganía clausuró Tía Vicenta, dirigida por Landrú. El motivo era claro: Landrú dibujaba al general con unos bigotes de morsa, y ésto motivó la censura y la clausura. Durante la última dictadura, todo fue aún mas difícil. Estaba prohibido publicar dibujos de Videla, Massera y Agosti, los integrantes de la primera Junta Militar. Hermenegildo Sábat vivía pensando cómo y cuándo satirizarlos, y encontró el momento. Un día después de la finalización del Mundial 78. "Ese día los dibujé. La imagen apareció en Clarín y entre tanto alboroto el dibujo no fue censurado". A partir de allí, los militares fueron objeto de su agudeza gráfica de manera reiterada. Y los dibujos se multiplicaron a partir de entonces , como los panes y los peces. En la noche más oscura se abrió un nuevo cauce hacia la libertad de expresión. Sábat ahora fue criticado por Cristina Fernández de Kirchner. Dijo que su ilustración (la que se reproduce en ésta página) era un "mensaje cuasi mafioso". Sábat no se refirió públicamente al asunto. Sigue reflejando con sus ilustraciones los rostros del poder. Es eso lo que quiere y lo que le gusta hacer.

Dos miradas sobre política y mediosLa mención crítica, realizada por Cristina Kirchner durante su discurso de Plaza de Mayo, sobre una caricatura de Hermenegildo Sábat que la mostraba con la boca tapada desató una interesante polémica sobre las relaciones entre política y arte o política y medios.

No empecemos
Por Juan Sasturain
Lo menos y más liviano que se puede decir de la referencia crítica que hizo la Presidenta respecto del dibujo de Sábat que le puso una cruz en la boca en Clarín (“mensaje cuasimafioso”, dijo) es que fue una torpeza. Esperemos que sea así. Que fue un momento de calentura. Esperemos que sea así. Que fue un exabrupto. Esperemos que sea así. Esperemos que no se le ocurra salir a contestar/interpretar torpemente, recaliente y sacada, cada vez que le pegan por lo que dice, lo que hace o simplemente por el cómo dice y hace y no por el qué. Porque puede llegar a ponerse insoportable. Y hay peligro cierto de que eso suceda.
Para empezar por algún lado: ¿qué se puede decir de Sábat? Que es un artista extraordinario y que nunca ha hecho otra cosa que lo que hace (maravillosamente) ahora. Y que nunca ha pensado distinto, que siempre ha sido coherente. Lo conocemos desde Primera Plana, hace cuarenta años... Pasó por La Opinión de Timerman y hace más de treinta años que está en Clarín. Se bancó con dignidad las gambetas ideológico-empresariales propias del diario que lo ha tenido como editorialista gráfico durante todo este tiempo. Y salió indemne. Nunca hizo apología ni fue complaciente con la dictadura, hizo un extraordinario libro satírico sobre el Orejón Martínez de Hoz –“Siempre dije que este tipo no me gusta”—; no fue oportunista después, con la democracia; fue implacable con Pinochet, con Franco, con Bush, con los hijos de puta reconocidos pasados y presentes; ni hablar de sus trabajos de los noventa, el tratamiento satírico del Menem público y privado y su circo del terror. Quiero decir: Hermenegildo Sábat no dibujó nunca ni dibuja ahora por mandato de terceros o participa de operaciones mafiosas o conspiraciones. Sábat siempre hace –dentro de lo que sabe, puede y le permiten las circunstancias, como todos los que trabajamos en medios– lo que se le canta o –en su caso– lo que se le dibuja. Y responde desde ahí, con sabiduría, talento e independencia de criterio. El periodismo gráfico argentino contemporáneo sería bastante peor de lo que es si borráramos los dibujos del Menchi. Así que, por ese lado, la Presidenta deberá pensar que el dibujo de Sábat es (en principio y sobre todo) lo que opina Sábat. Y punto. Si le gusta, bien; y si le molesta, lo mejor que puede hacer –creo– es pensar por qué un tipo y artista sensible, inteligente, testigo cercano de la historia argentina contemporánea la dibujó así. Y ya está.
Quiero decir: la Presidenta no se tiene que dar manija. No equivocarse respecto del enemigo, saber escuchar y leer. Admitir –como le pasa a todo el mundo– que hay mucha gente que no la quiere, a la que le cae mal, a la que no le gusta su estilo más allá de las políticas que impulse. Incluso, que diferencia entre ella y su gobierno. Y que va a tener que convivir con eso. Más claro: se la va a tener que bancar. Es su obligación. Con elegancia, con inteligencia, dando el ejemplo de tolerancia y buena leche. Aunque haya quien no la tenga ni con ella ni con su gobierno. Es así. Debe ser así. Cualquier otra cosa es peor para todos.
Son las reglas del juego democrático en las que no nos debemos cagar ni poner bajo sospecha. El que ejerce el gobierno y tiene (parte de) el poder –como las actuales y legítimas autoridades– debe estar dispuesto a convivir con el disenso, la crítica constructiva o impiadosa, bienintencionada o malévola. Bancarse la ironía, la burla, el chiste pesado, incluso. Porque es un error grave suponer que debido a que hay (y la puta si los hay) intereses y factores de poder muy fuertes y dispuestos a casi cualquier cosa para torcer la posibilidad de llevar adelante las políticas económicas y sociales en las que este gobierno cree –y muchísimos acompañamos—; debido a que esos intereses existen y operan, digo, es un error suponer que cualquier referencia crítica –y sobre todo en el caso del humor inteligente– ha de ser interpretada en términos conspirativos. Hay un salto lógico en ese tipo de razonamientos que (nos) conviene no dar.
En el discurso último –habla bien la Presidenta: es clara, programática a la hora de exponer, didáctica, casi docente: el de apertura del Congreso fue perfecto en ese sentido, el mejor en mucho tiempo de un Presidente– hubo un par de cosas de su estilo oratorio y de exposición que supongo todos los que tienen orejas abiertas y años acumulados habrán notado, algunos con emocionada aprobación, otros con perpleja desconfianza: cierto evitismo un poco aparatoso. No quiero decir que la Presidenta se quiera hacer la Evita, pero cosas como “no me dejen sola” (pará...) y la idea de “atáquenme a mí, pero no al pueblo” –cito de memoria, seguro que mal, pero por ahí va la cosa– me parecen retóricamente peligrosas. Excesiva personalización, diría. El paso siguiente es hablar de “mi pueblo”. Guarda. Sobre todo porque les creo –a la Presidenta y al Gobierno en general– en la sinceridad de la convocatoria al laburo conjunto, a la concertación y negociación, a la necesaria unidad nacional hacia el Bicentenario, buena idea y buenas bases. Pero no vaya a ser que la retórica, el estilo, den señales contradictorias a los contenidos que se quieren transmitir.
Por último –y aunque sea una aclaración típica de alguien con cola de paja—, estas deshilachadas reflexiones no deberían entenderse como un ingenuo alineamiento personal con cierta manera de plantear las cosas –la oposición abstracta y absoluta entre “libertad de prensa vs. totalitarismo”— que es el habitual pretexto con el que algunos de los dueños mayoritarios del cuarto poder atacan a gobiernos que no se bajan del todo los pantalones ante los intereses que les son afines. Sabemos en qué medida las entidades que agrupan a (las empresas que poseen) los medios de prensa y comunicación suelen clamar por algunas libertades y derechos particulares, cuando no se les mueve un pelo por otros atropellos que hacen a la esencia misma de este sistema perverso, que no suelen cuestionar... Así son las cosas, también.
Pero esta vez estamos hablando del Menchi Sábat y de la presidenta Cristina Kirchner. Que quede ahí. Y con un deseo: por favor, no empecemos...

El dibujo de Sábat
Por Sandra Russo
Hermenegildo Sábat es un artista notable, un exquisito de la caricatura, y es además un hombre admirado y respetado por actitudes como la que tomó ahora: no decir una sola palabra sobre el dibujo que publicó el martes y sobre el que escupió fuego la Presidenta. No contestar un agravio es una actitud de caballero. También es una actitud que ayuda a constituir a un agraviado. No hay voz, en la lengua, o por lo menos no se me ocurre ahora, que celebre al agraviado que contesta. Un dato interesante, que refuerza la idea de que la lengua no es más que un fabuloso aparato de poder. Cristina, sin ir más lejos, se sintió agraviada y contestó. En la puesta en escena pública, Sábat es el que no contesta el agravio, el caballero. Hubo una larga época de mi vida en la que trabajaba con caricaturistas, en Humor y en Superhumor, y sé que también para ellos Sábat es el mejor, lejos, el más admirado. Básicamente, y ése es el argumento que más veces escuché, porque él encarna más que nadie la posibilidad de la caricatura derivada en la obra de arte.
Ahora bien: sobre arte y política hay mucho escrito, no vamos a volver a escribir que la excelencia del arte no garantiza en absoluto ni su claridad ni su intencionalidad política, incluso mucho más allá de las propias intenciones de su autor. Que al fascismo lo inventó un poeta, Marinetti, que creía exclusivamente en el futuro.
Yo miro siempre los dibujos que Sábat publica en Clarín, porque me encantan, como a tantos. Y siempre el ojo busca el mensaje. Y no un mensaje mafioso o cuasimafioso, claro, pero sí un mensaje. La caricatura es una de las artes más obstruidas para liberarse de eso que en la literatura, en el cine o en las artes plásticas ya es cliché, vulgar, pesado. El mensaje, ni más ni menos. La moraleja. Un decir del autor a través de su obra. Un editorial. Un caricaturista no puede impedir que su caricatura “diga algo”, porque ésa es la esencia del oficio: no sólo captar rasgos generales de las fisonomías y reproducirlos para causar gracia, sino captar los rasgos que delaten un carácter.
El martes por la mañana me había quedado un rato largo mirando el dibujo que irritó tanto a la Presidenta. El ojo buscó, como siempre, la palabra Sábat en el dibujo, pero el mensaje era doble y, por lo tanto, confuso. Los que mejor resuelven una caricatura son los mensajes simples y fuertes. En el dibujo, a la Presidenta le salía un Kirchner del costado izquierdo de la cara. Eso era un mensaje. Pero la cosa se complicaba con la boca tachada de la Presidenta. Había que cruzar esas dos informaciones y concluir algo, desencriptar el texto. Y ahí, con esos dos signos abiertos pendientes de su reunión en un significado, podían leerse demasiadas cosas.
La que yo leí por mi cuenta, por la mañana, y me pareció realmente estúpida, era que Cristina no tiene voz propia, y que su apuntador es Kirchner. Como sé que Sábat nunca simpatizó con nada vinculado al peronismo, supuse que era un dibujo misógino, gorila, en fin, un mal dibujo. Ese es el riesgo que toma la caricatura: debe decir algo que el receptor interprete de inmediato y que coincida con su propia lectura del mundo, sea en forma consciente o inconsciente. Sábat y yo, como receptora, percibimos el mundo de maneras distintas, dormidos y despiertos. Cuando eso se hace evidente, no hay romance artístico posible.
De todos modos, por lo caliente del conflicto y por las circunstancias particulares (el texto que lo rodeaba) en las que fue publicado ese dibujo, me llamó la atención su pobreza. O decía algo demasiado trillado, demasiado meneado, demasiado bobo, o decía algo que yo no alcanzaba a entender. Las buenas caricaturas se entienden al vuelo, se comprenden casi antes de terminar de mirarlas. El final de la mirada ya es de reconocimiento.
La Presidenta lo interpretó como un “mensaje cuasimafioso”, una yunta de palabras que cayó como un kilo de masas de sabayón. Y se preguntó: “¿Qué me quieren decir, qué es de lo que no puedo hablar, qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?”. Evidentemente, ella lo había leído de otra manera. Yo, la verdad, me quedé intrigada. Me hubiera gustado, pero por mi intriga, que Sábat dijera qué quiso decir con el dibujo.
Por lo demás, los caricaturistas, que siempre hicieron bien y lo seguirán haciendo cuando reclaman su total libertad de expresión, deberían comprender también que aquellos a quienes caricaturizan no firmaron con ellos ningún contrato de des-ofensa. Que es la ley de la caricatura la que dice que los caricaturizados deben guardar silencio, “soportarlos”. Es la mítica de la caricatura. ¿Pero cuál es entonces la restricción moral de la caricatura, si da por supuesto que criticarla es de por sí “intolerancia”?
En una democracia (y esto es tan obvio y sin embargo tan poco presente en los medios), todos son pasibles de críticas. Todos los sectores y todos los estamentos. El periodismo también.
Que no deban ser nunca censurados, ni las caricaturas ni los medios, no implica que no puedan ser criticados por aquellos que se sienten agraviados por sus notas o sus dibujos. La libertad de prensa no implica en absoluto el silencio obligado de quienes son a su vez criticados por los medios. Lo que implica la libertad de prensa es que todos los sectores puedan hacer públicas sus opiniones. Llega hasta ahí.
La ambigüedad promueve las interpretaciones. El artista lo sabe. Y el estilo del esbozo, de la sugerencia, en lo estilístico, es una impostación de tiempos de censura. Yo básicamente lo que escucho en los medios sobre Cristina son insultos. Me resulta hasta inquietante que se ponga en duda la libertad de prensa.
Si hay algo que deben admitir los caricaturistas es el enorme peso político de sus lecturas sin texto. Cuando el mensaje es simple y fuerte su decir es tan potente, que el principal órgano de oposición durante la dictadura fue la revista Humor. Y claro que me acuerdo de la tortuga de Illia. Pero los caricaturistas no están exentos de responsabilidades ni ubicados más allá de la crítica. Y deben hacerse cargo de sus mensajes, sin ningún adjetivo. De sus mensajes.

Thursday, April 03, 2008

História da Caricatura de Imprensa em Portugal (parte 22)

Sebastião Sanhudo – 2
Por: Osvaldo Macedo de Sousa

1878
O Porto, como segunda cidade deste país, era como que uma aldeia nortenha acoplada a uma cidade-feitoria dos comerciantes ingleses. Nesta simbiose vivia num provincianismo requintado onde a burguesia endinheirada desenvolvia os seus gostos e interesses estéticos independentes de Lisboa (seria nesse âmbito que o Porto desenvolveria a sua escola pictórica). A própria imprensa, com a sua variante burlesca e humorística procurará manter essa independência ao longo dos anos.
As tertúlias à volta de um copo, de um café, de um artista, de um mecenas, de um político eram os pólos de animação desta cidade, num diálogo aberto sobre as tendências artísticas, sobre a crítica à actualidade política e social. A Tertúlia será a fonte principal de inspiração para Sebastião Sanhudo e seus jornais, o que dará uma certa característica portuense ao seu humor.
Como vimos, em Junho de 1877 está ligado à criação de "O Pae Paulino" que duraria um ano e tal (indo até Fevereiro de 79), o que correspondia a mais da média de longevidade da maioria dos jornais humorísticos. Porém Sebastião Sanhudo sairá a meio, não sabemos se por desinteligências com o proprietário, se por vontade de criar o seu próprio jornal. Assim a partir de Janeiro de 78 no nº 25 o seu lugar de ilustrador é ocupado por Ruy Vaz, depois por Brito até ao seu desaparecimento em Setembro de 78, num degradação lenta, com o afastamento gradual do público. A falta de qualidade ou a falta de compradores regionalistas levava naturalmente à falência estes jornais, sendo preferidos os que vinham da capital. Sebastião Sanhudo, sabendo disso, aproveitou "O Pae Paulino" como um jornal-sondagem, para estudo do gosto do público nortenho, para encontrar a fórmula que o público portuense desejava ou queria nas suas leituras.
"O Pae Paulino" foi o ensaio para o jornal humorístico de maior longevidade no século XIX: "O Sorvete". Este novo jornal, editado pelo próprio Sebastião Sanhudo lançado algum tempo após o abandono do primeiro (9 de Junho de 1878), manter-se-á nas bancas quase até à morte do seu criador, ou seja, durante 22 anos (O "António Maria" de Bordallo atingiria apenas a idade de 14 anos, e 20 se incluirmos pelo meio "Os Pontos nos ii" como um "Antônio Maria" disfarçado). Desapareceria simplesmente por velhice e cansaço do artista. Voltemos a dar a palavra a Alberto Meira: «em 9 de Junho de 1878 aparece o novo semanário "O Sorvete", que viria consagrar definitivamente o seu caricaturista, tornando-o uma figura querida da grei. Esse "O Sorvete", periódico para rir, prosseguiu regularmente até ao n.0 463, último do 10° ano, em 5 de Junho de 1887. Com a data de 1 de Janeiro de 1888 saiu o nº 1, do 11° ano, 2a série, que se prolongou até ao nº 48, referente a 23 de Dezembro do mesmo ano, declarando terminar aí a sua existência; mas, em 19 de Janeiro de 1898, reaparece novamente com o nº 1, do 12° ano, até ao nº 168, de 16 de Dezembro de 1900. Esse semanário, não obstante as suas interrupções, tornara-se indispensável em todos os lares; era, por assim dizer, o acepipe domingueiro, passando a simpática publicação a ser um atributo da personalidade que a criara. Era "O Sorvete" do Sanhudo ou o Sanhudo d' O Sorvete.»
«O periódico era a verdadeira crónica alegre da vida portuense daquela época. Percorrer hoje as suas páginas, tomar conhecimento directo e palpitante com os homens e os acontecimentos do findar do século, encaminhando-nos o lápis risonho, cheio de observações pitorescas, do seu ilustrador. Não há ali traços de ataque ou crítica feroz. Não senhores! Apenas comentários leves, despreocupados, por vezes ingénuos, como se fossem desenhados à mesa do café, em cavaqueira amena com os indispensáveis companheiros, Major Arriscado, da Polícia, e Padre Piedade, após o jantar burguês daqueles históricos tempos.»
«É que o temperamento de Sebastião Sanhudo transparece bem na sua obra: leveza de conceitos, superficialidade de crítica, boa disposição de espírito, graça natural, riso, e afastamento completo da maldade, que nunca devia existir entre os homens. Uma bela pessoa, afinal, encadernada sempre em indumentária aprimorada...»
«A parte literária de "O Sorvete" esteve sucessivamente entregue a Sá de Albergaria, João Diniz, Júlio Serra, Eduardo de Barros Lobo (Beldemônio), Júlio Vasco, António Cruz (Brás de Paiva), Mendes de Araújo (Vicente Galhardo) e, por último, a Marcos Guedes. »
Abandonando a sátira mordaz e a crítica directa, Sanhudo conseguiu, utilizando o desenho como caligrafia gráfica sem intuitos estéticos superiores, comentar com graça e ironia a vida da sua cidade. E a cidade retribui-lhe essa atenção, com a adesão ao projecto. "O Sorvete" é uma crónica alegre, pitoresca, do dia-a-dia de homens de negócios e da política, escrita como se fosse simples conversa 'maliciosa' de café, pelo traço leve e hábil de um humorista simples, como significante de um olhar ingénuo, mas salutar.
Se Sanhudo é um homem de tertúlias, que procurava ouvir todas as conversas de café, e de rua, ironizando com bondade sem querer entrar em conflitos satíricos, Raphael, segundo testemunho de Júlio César Machado (no prefácio ao "Álbum de Caricaturas") era o contrário: «O espírito de Raphael Bordallo era muito observador, e entretanto elle descuidava-se um pouco de o educar, isto é, não observava senão quando se proponha a isso e poucas vezes se propunha a isso. Adoptara uma maneira de viver sem vantagens para a sua profissão: tinha grupo, via sempre a mesma gente, falava e dava-se sempre com os mesmos homens.»
«O espírito de observação desenvolve-se visitando alternadamente as diversas camadas sociaes; é necessário ter um pé nas salas, e outro nas caixas de theatro: de uma vez na sociedade, de outra na folia: hoje pintores, amanhã burgueses: e principalmente, indispensavelmente, mulheres; quantas mais se conhecerem, melhores auspícios para o observador; a observação vem sobretudo d' ellas por ellas.»
«Raphael Bordallo tinha pouco conhecimento do mundo, e, por consequência, pouca malícia. Não há grande observador n' essas condições. Via os ridículos muito isoladamente, e, quando tratava de os apontar, individualizava. Era difícil lograr que elle gracejasse sem que o seu lápis indicasse logo no desenho, em vez de uma phisionomia geral, uma dada cara nossa conhecida, que correspondia ao ridículo apontado, pela circunstância de ser aquelle homem considerado de ter esses pecadilhos mas não realisava às vezes o typo absoluto, o ideal d' essa caricatura. Este systema encaminhava-o a contender com um e outro, sem que às vezes esse outro ou esse um tivessem sequer a importância sufficiente para se symbolisar n'elles uma intenção.»

Tuesday, April 01, 2008

O 1º de Abril por Luiz de Oliveira Guimarães

O dia primeiro de Abril é consagrado á mentira. Abril goza da honra de ter um dia consagrado a uma instituição internacional. Mas a mentira não é apenas uma das mais universais instituições humanas: é uma das mais antigas Se não a mais antiga. Adão e Eva reconheceram logo que, sem a mentira, não podiam entender-se. Se não fosse a mentira, que seria da vida designadamente da vida social! É a mentira que equilibra o Mundo. Que seria da própria verdade se não fosse a mentira! (Segredos a toda a gente 10/4/1983)

Monday, March 31, 2008

Historia da Caricatura em Portugal (Parte 21)

Sebastião Sanhudo - 1
Por: Osvaldo Macedo de Sousa

1877
Este novo ano de 77 trará um novo fôlego ao mundo gráfico-humorístico. Nascem os jornais "O Serrote", “O Pavão", e "O Gajo" onde Manuel Macedo dará colaboração, assim como "XPTO" jornal sem qualquer história, mas que terá um cabeçalho da autoria do Columbano Bordallo Pinheiro.
Este filho de Manuel Maria será no fundo a grande referência da pintura nacional, em que a alma sombria e triste ficará como marca, embora pareça, segundo contam testemunhos de vivência, que na juventude era mais humorista que o irmão. Se estes títulos são referência de 77, mais importante será o surgimento de Sebastião Sanhudo em "O Pae Paulino".
O "Pae Paulino" é o nome de um dos 'bravos do Mindelo', um negro brasileiro que após as lutas liberais se ficaria pelo Porto (morre em 1870), tornando-se uma figura típica desta cidade. O jornal baptizado com este nome é propriedade de A.M. de Souza, dirigido por Agostinho Albano, tendo como ilustrador Sebastião Sanhudo. "0 Pae Paulino" é um «Periódico de Câmara - Óptica. Quando se fallou n'esta publicação, disse um intrometido: - Que não era necessária, porque já havia muitas. Mas accudiu logo um orador, exclamando: - Que era precisa, porque não havia nenhuma! Seguiram-se debates, e apurou-se, finalmente, que ambos os contendores tinham razão. Mas que o último é que era realmente o mais racional. Ainda que também se concordou que o primeiro não era tolo de todo definitivamente. Isto posto, seguiram-se vozes: - Precisa-se d'um periódico de muito alcance! E outras vozes exclamaram: Appoiado! N' esta parte, entremetteu-se alguém, perguntando: Se era appoiado pelo governo ou pela opinião publica? Os oradores demoraram-se três horas a explicar que o appoiado fôra, exclusivamente, respeitante à índole da folha. E isto foi muito bem visto aos olhos de Deus. E de muito bom agouro. Porque se n'uma coisa tão simples se gastou tanto tempo, por mais simplório que fosse o periódico prometteria longa duração.»
«Por causa do título, principiaram com os symbolos às voltas, e quizeram que o jornal se chamasse: A BALA, A POLVORA, O CANHÃO. Mas isto fez muito fumo, e não feriu ninguém de modo que ficasse mortalmente convencido. - Um periódico de muito alcance... - Um periódico de muita vista... - Ora adeus! Ahi temos nós o Pae Paulino. - Um symbolo que tem ôlho!»
«D'aqui em diante, os trabalhos começaram com toda a regularidade, e ficou resolvido que o Pae Paulino fôsse: Um periódico de bons costumes - uma vez cada semana. Que esta abstenção de mau procedimento não pudesse custar, até ver, mais do que um vintem. Que tivesse duas páginas de Ilustrações de todos os assumptos mais cómicos do paiz, e seus arredores, até à China, inclusive ...»
Contudo o mais importante será o Sebastião de Sousa Sanhudo, um artista que ficará referenciado como o Raphael do Norte («O seu talento de humorista vincou traços admiráveis, de concepção e de verdade. Sem a impetuosidade do génio criador de Bordalo, todavia salientou-se e por tal modo, que mere­ceu o apodo de Bordalo do Norte» in "Civilização" nº 37/1832 pág. 22). Não terá o génio humorístico do mestre, apesar de na técnica da litografia lhe ser superior, mas foi um artista inteligente, que soube dominar as suas limitações, soube ser original não caindo na imitação raphaelista, soube procurar o seu público, e dessa forma triunfar numa longa e bem sucedida carreira. O próprio Raphael cultivará com ele a amizade, e a admiração pelo seu trabalho independente, como o farão Leal da Câmara, Celso Hermínio e tantos outros.
Natural de Ponte de Lima, onde nasceu a 20 de Fevereiro de 1851, viria para o Porto no início da década de 70, mas como refere Alberto Meira num Brevete Biográfico: «Desde muito novo se manifestou a sua predilecção pelo desenho, que ensaiava livremente, sem mestres, nem orientadores. Assentou praça como voluntário aqui, no Porto, e passando a pronto, serviu numa das repartições do Quartel General da Divisão, facto a que não deve ter sido estranha a influência de seu padrinho, D. Sebastião Pereira da Silva, da Casa de Bertiandos.»
«Frequentou por essa época a Academia Portuense de Belas Artes e, como aluno do 3° ano de Desenho, apresentou na Exposição trienal de 1874 dois trabalhos, sendo um deles o retrato do Comandante da Divisão, General José de Vasconcelos Correia, depois Conde de Torres Novas. Por aí ficaram as suas habilitações oficiais.
Obtida a baixa do serviço militar e entrando na chamada vida prática, estabeleceu uma oficina de litografia que a breve prazo adquiria larga clientela e se recomendava pela perfeição dos trabalhos. Tal actividade industrial, pacata e ordenada, não se harmonizava inteiramente com o temperamento crítico, indisciplinado, mas sempre bondoso e folgazão do Artista, e eis que, em 1877, aparece-nos como ilustrador de «O Pai Paulino», semanário humorístico, tendo Agostinho Albano como director, e Moutinho de Sousa como gerente.»
Alberto Meira não refere aqui onde aprendeu ele as técnicas da litografia, mas segundo testemunhos dispersos cremos que já em Ponte de Lima ele foi aprendiz de litógrafo, e artes gráficas, que aperfeiçoou no Porto, e só depois de se sentir senhor de todas as técnicas, e não querendo trabalhar para os outros, se estabeleceu, com sucesso em casa própria. Ficaram célebres os retratos que o seu estilete gravou na pedra litográfica, e que fizeram da sua oficina um centro de arte, uma tertúlia viva.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?